LA HISTORIA: ¿EN QUÉ MUNDO QUIERES VIVIR?
En la naturaleza hay muy diversas formas de sexualidad, de relación y cuidado. En las distintas especies, el sexo tiene más funciones que la reproductiva: algunas “buenas”, como crear lazos o disfrutar, y otras feas como marcar quien manda (de eso también sabemos en la humanidad, ¿verdad?).
Gracias a la ciencia, hoy sabemos que existen especies en las que se da la transexualidad (como el pez payaso, las pogodas, las hienas manchadas, etc.), que en muchas son habituales las relaciones homosexuales (desde los primates hasta los parásitos), y que algunas nunca tienen relaciones sexuales (como los erizos de mar o el pulgón).
También que hay especies que no forman parejas sino familias extensas, que existen aves “fieles” al nido pero no a la pareja (como las cigüeñas), y aves bisexuales y promiscuas (como los ánsares).
Otras, en cambio, son monógamas y conviven con su pareja de por vida, compartiendo la crianza de sus polluelos. Entre ellas también se encuentran las parejas de gaviotas hembras o las parejas de pingüinos machos que “adoptan” huevos abandonados.
En la humanidad la sexualidad también ha tenido muy distintas funciones y aunque a lo largo de la historia han cambiado mucho las costumbres que se aceptaban respecto al sexo, si miramos con detenimiento podemos encontrar numerosos ejemplos de esas múltiples formas de ver y vivir la sexualidad y la identidad en el mundo.
Aunque la Época Clásica no fue un paraíso de igualdad – las mujeres eran tratadas permanentemente como menores de edad sin derechos- Safo de Lesbos escribió ya en el siglo VI a.C. poesías de amor entre mujeres. Y en las clases altas y el ejército estaban bien vistas determinadas relaciones sexuales entre hombres, lo que continuó en Roma, donde al menos 11 emperadores tuvieron relaciones con otros hombres.
Durante la Edad media, en la Hispania visigoda y Europa oriental se castigó legalmente la homosexualidad. Aunque en otras culturas cristianas europeas se practicaron, hasta el s. XII, las “bodas de la semejanza” entre hombres. En Al-Andalus se escribió poesía homoerótica sobre deseo sexual y romances: como el del rey de Saraqusta, Al-Muqtadir con uno de sus sirvientes o el de Sevilla Al-Mutamir con el poeta Ibn Hammar.
Pero aunque muchos ejemplos en la historia, el arte y la literatura nos muestran más variedad, por toda Europa quienes tenían el poder impusieron un modelo de sociedad desigual y rígido, en el que las mujeres tenían todo el trabajo de cuidado “metidas en casa” y los hombres debían cumplir su papel de fuertes “dominadores” y todas las personas y familias que se salían de ese único modelo eran despreciadas y obligaron a esconderse. Y fueron perseguidas por la Inquisición y las leyes y tratadas durante mucho tiempo por la medicina o la historia como personas “perversas” o “monstruos” que había que encerrar, curar o castigar.
Con la colonización, este modelo se impuso fuera de Europa sobre otras formas de ser, de desear y de amar de las culturas nativas: como las muxes en México (personas que adoptan roles femeninos tras nacer con sexo biológico considerado de hombres), las Hijra en India (personas de un “tercer género”, que eran muy respetadas hasta la ocupación británica), o las prácticas homosexuales en las cortes imperiales de China y Japón.
Pero durante el siglo XIX y hasta los años 30 del siglo XX, muchas personalidades y asociaciones, culturales y científicas (como la Orden de Queronea -en la que participó Oscar Wilde-, el Instituto para la investigación sexual en Alemania o la Liga mundial para la reforma sexual) en paralelo al movimiento feminista empezaron a defender el derecho a vivir la sexualidad y las relaciones afectivas de otras maneras.
Estos cambios no habían llegado a convertirse en leyes, cuando la persecución nazi en Europa y aquí el franquismo destruyeron todo avance. Las personas homosexuales o transgénero, como las judías, comunistas, gitanas o con discapacidad eran ideales para culparles de la “degeneración” de la sociedad y de todos sus males. Desde entonces es típico del fascismo echar la culpa de la pobreza o del malestar social a “enemigos internos” para que la gente les ataque en vez de reclamar sus derechos.
Más de diez mil personas fueron asesinadas en los campos de concentración nazis por su disidencia sexual y de género. A quienes sobrevivieron nunca se les indemnizó, y las leyes discriminatorias duraron en Alemania (y en varios países europeos) hasta 1994.
En España miles de gais y trans pasaron por cárceles “especializadas” en Huelva y Badajoz, o por campos de concentración, como el de Tefía en la Isla de Fuerteventura, en aplicación de las leyes de “vagos y maleantes” y de “peligrosidad social” o de “escándalo público”, en vigor hasta 1995, 17 años después de la Constitución. Mientras tanto, se “trataba” con electroshocks a las lesbianas o se les encerraba en manicomios.
Los cambios en la mentalidad sobre la homosexualidad y la transexualidad se hicieron visibles a lo largo de los años 60 del siglo XX, pero la norma seguía siendo la ocultación y el maltrato, incluidas las lobotomías, la castración o las “terapias” químicas.
En Nueva York, la policía acosaba a los bares frecuentados por personas trans y homosexuales, exigiéndoles sobornos o con continuas redadas. El 28 de Junio de 1969, durante una redada contra el bar Stonewall Inn, mujeres trans y lesbianas negras se resistieron a la violencia policial durante su detención pidiendo ayuda a la multitud, lo que desencadenó una revuelta que duró cuatro noches. A partir de ese momento, los movimientos por la liberación lésbica, gai, trans y bisexual se multiplicaron por todo el mundo.
En pleno franquismo, se crea en 1970 el Movimiento Español de Liberación Homosexual, del que formó parte el Movimiento Homosexual de Aragón desde 1976, año de la primera Manifestación del Orgullo en Barcelona.
Los colectivos de lesbianas, gais, trans, intersexuales y bisexuales crecieron durante los años 80 y 90 del siglo XXI reclamando el fin de la persecución legal. Pero también defendiendo a su gente de la culpabilización por el VIH/SIDA y luchando por tratamientos y cuidados sin discriminaciones, o porque la diversidad sexual no fuera considerada una enfermedad, algo que la Organización Mundial de la Salud tardaría en cambiar hasta 1990 en el caso de la homosexualidad, y hasta 2018 en el caso de la transexualidad.
En 1998 tuvo lugar la primera Manifestación del Orgullo en Zaragoza, en 2017 y 2018 empezaron a celebrarse también en Teruel y Huesca.
En 2005 se logró el matrimonio igualitario y en 2007 la primera Ley Trans, aún con la obligatoriedad de diagnóstico e intervención médica para acceder al cambio registral de sexo.
Las Comunidades Autónomas han ido aprobando leyes contra la discriminación y para asegurar derechos: en 2018 Aragón aprobó (por unanimidad de todos los grupos políticos) sus leyes para la igualdad y protección integral contra la discriminación por orientación sexual, expresión o identidad de género.
Y en 2023 se aprueba a nivel estatal la Ley para la igualdad real de las personas trans y para la garantía de los derechos LGTBI: amplía a toda España los derechos que venían siendo reconocidos en la mayoría de las comunidades autónomas y permite la autodeterminación de género en el Registro Civil.
Desde inicios de siglo ha habido grandes avances en las leyes y las políticas para defender el derecho de cada cual a ser, desear, amar y convivir como quiera, como muestran los 39 países (en amarillo en el mapa) donde es legal el matrimonio igualitario a fecha de 2024: Alemania, Andorra, Argentina, Australia, Austria, Bélgica, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Dinamarca, Ecuador, Eslovenia, España, Estados Unidos, Estonia, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Islandia, Japón, Luxemburgo, Malta, México, Nepal, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos, Portugal, Reino Unido, Sudáfrica, Suecia, Suiza, Tailandia, Taiwán y Uruguay. Y en 26 las personas pueden decidir legalmente su género sin obligación de tratamiento medico.
Pero nos enfrentamos también a peligros.
En 49 países (gris oscuro en el mapa) expresar homosexualidad o transexualidad sigue penado con cárcel o castigos corporales y en 12 más incluso con la muerte en 2024 (negro en el mapa): Afganistán, Arabia Saudí, Brunei, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Mauritania, Nigeria, Pakistán, Qatar, Somalia, Uganda y Yemen.
110 países censuran las menciones a la diversidad afectivosexual, como lo hacen en Europa Rusia, Bielorrusia o Hungría, que también ha prohibido constitucionalmente el matrimonio igualitario en 2012 o la adopción por parejas del mismo sexo en 2020. Y en España los casos de delitos de odio por orientación o identidad sexual de la víctima crecieron un 66% entre 2015 y 2020. Un aumento con las mismas raíces que el resto de violencias machistas.
Estudios en Alemania e Italia indican que, a igual composición ideológica de dos municipios, los delitos de odio registrados son significativamente superiores donde consiguen representación fuerzas que desprecian o culpabilizan a determinados colectivos sociales, ya que estos discursos pasan a escucharse y verse más en las instituciones, los medios de comunicación y las redes. Por eso es tan importante no “dar cancha”, no difundir ni repetir nunca estos discursos en las redes sociales, ni siquiera para rebatirlos. Si quieres aportar a la inclusión de todas las personas, en las redes es mejor que des tus propios argumentos a favor de sus derechos. Y en la vida “real”, en la calle, el trabajo, el ocio… defender a las víctimas contra el odio.